martes, 4 de septiembre de 2012

Carpe Diem


“Y la poesía es entonces, el amor, la muerte, la redención del hombre”
                                                                                 Javier Heraud.

Siempre morimos demasiado rápido.
Morimos por amor aunque Neruda diga
que es lo único que nos salva de la muerte.
Morimos porque somos seres de pasión- dice Whitman-
A tal grado de apellidarse Montesco o Capuleto.
Morimos demasiado rápido.
Morimos por un grito de orgasmo
o por tener disfunción eréctil.
Morimos a lo Existencial, como la absurda
muerte de  Camus o nos suicidamos,
ahogando nuestras penas muy a lo Woolf.
Morimos demasiado rápido.
Morimos en una silla con el psicoanalista
 –a lado – diciendo que realmente estamos jodidos.
Morimos elevados en un viaje de hongos después
 de haber visto a Remedios (la de Márquez) perderse en los cielos.
Morimos al despertar y renacemos en el sueño, en la imaginación
Y en la poesía.
Morimos desde las entrañas, desde adentro, por eso,
 Siempre morimos demasiado rápido

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