Déjame
le tomo,
Déjame
le fumo,
Tener
que escribir 40 poemas para entregar a tu editor
Y
no llevar más que el epitafio.
Un
pase para ver si así salen algunos versos,
Dos
pases para ver si ya salieron tres poemas,
Tres
pases y ya estoy en una fiesta y un vagabundo grita: Con permiso de Dios voy a
ponerme loco.
Que
rolas tan malas, no llevamos buena hierba, y recuerdo, cuando tenía que
escribir por gusto y no para un público de señoras divorciadas.
Mi
última relación amorosa fue de una semana, ¿Cómo demonios se escribe de amor?,
con
esa vergüenza que siento cuando me llamo: Loco, Cobarde, Idiota, Perdedor.
Por
cierto le olía mal la boca y aún así la besaba de lengüita.
De
repente todo se aclara y escribo lo que debe de ser una confesión lógica de mi
vida como poeta: Los versos son pequeñas mujerzuelas, ansias de ser guiones de
telenovelas.
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