Delirium Tremens
Día 42: La
vida es el verbo delirar, sí, delirando logras llegar a la transparencia de un
rio.
Las
cobijas ya no alcanzan a taparme, ya no alcanzan las fragancias de las noches a
cubrir mis dolorosas neuronas. Lo peor ya ha pasado. Me aseguro de creer en
eso, o en ya no creer en nada. Las voces de las alcantarillas se han apaciguado,
quien iba pensar que el limbo donde me encuentro es totalmente blanco y un
aburrido blanco donde no me deja más que pensar, ese doloroso pensamiento que
consiste en llenar blancos vacios, con pensamientos del hombre, del amor.
Anoche soñé que robábamos un carro del centro y mientras recorríamos las calles
como estrellas fugaces el mundo se alargaba y vivíamos y rechazábamos. Es bueno tener esos sueños, porque son sueños
nada más, porque despierto, un difícil despertar del lunes, en un mundo donde
ya no sé para donde gritar, ya me ahogaron todo los gritos con todos los gritos
de los mutantes de afuera, y corría como loco porque el hombre tiene 6.8 megahertz
de energía, porque si paraba, porque si no ardía, no moría y no alcanzaba a escuchar las lamentaciones de Osiris, aquellas que hablan de partir y regar las partes del cuerpo por toda la eternidad. Me da miedo hacer dos veces lo mismo, me da
miedo hacer dos veces lo mismo, me da miedo volver a pensar, me da miedo ser
libre, prefiero dibujar el mundo con mis manos, prefiero recorrer con mis dedos
tus labios imaginarios, en un cuarto lleno de maleficios y una máquina de
escribir. Pero para qué desesperarse si ya somos humanos, y eso, ya es algo. Queda
solo mirar esos colores naranjas y púrpuras y morados del horizonte, al
terminar cada día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario