martes, 19 de febrero de 2013

Delirium Tremens


Delirium Tremens
Día 42:  La vida es el verbo delirar, sí, delirando logras llegar a la transparencia de un rio.
    Las cobijas ya no alcanzan a taparme, ya no alcanzan las fragancias de las noches a cubrir mis  dolorosas neuronas.  Lo peor ya ha pasado. Me aseguro de creer en eso, o en ya no creer en nada. Las voces de las alcantarillas se han apaciguado, quien iba pensar que el limbo donde me encuentro es totalmente blanco y un aburrido blanco donde no me deja más que pensar, ese doloroso pensamiento que consiste en llenar blancos vacios, con pensamientos del hombre, del amor. Anoche soñé que robábamos un carro del centro y mientras recorríamos las calles como estrellas fugaces el mundo se alargaba y vivíamos y rechazábamos.  Es bueno tener esos sueños, porque son sueños nada más, porque despierto, un difícil despertar del lunes, en un mundo donde ya no sé para donde gritar, ya me ahogaron todo los gritos con todos los gritos de los mutantes de afuera, y corría como loco porque el hombre tiene 6.8 megahertz de energía, porque si paraba, porque si no ardía, no moría y no alcanzaba a escuchar las lamentaciones de Osiris, aquellas que hablan de partir y regar las partes del cuerpo por toda la eternidad.  Me da miedo hacer dos veces lo mismo, me da miedo hacer dos veces lo mismo, me da miedo volver a pensar, me da miedo ser libre, prefiero dibujar el mundo con mis manos, prefiero recorrer con mis dedos tus labios imaginarios, en un cuarto lleno de maleficios y una máquina de escribir. Pero para qué desesperarse si ya somos humanos, y eso, ya es algo. Queda solo mirar esos colores naranjas y púrpuras y morados del horizonte, al terminar cada día.  

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